Dios vomita a los tibios

ovejasHay sentimientos en la persona que se pueden llamar conformistas, mediocres, tibios. Por ejemplo: el joven que piensa: “me conformo con aprobar, no me quiero complicar la vida”; el que recurre con frecuencia a la expresión: “somos humanos”, para justificar con esa frase su pereza, el conformismo, la rutina al obrar; también quien se  refugia en el calor del “rebaño” diciendo: “todos los hacen así, por qué voy a ser yo diferente”…

Podíamos poner muchos ejemplos en los que  la mediocridad humana y espiritual produce personas flojas, sin pasión, “tibias”, que es una actitud tan pobre que produce vómito en Dios; así dice la Biblia en el Apocalipsis (12, 15): “Conozco tu conducta: no eres ni frio ni caliente… puesto que eres tibio, y no frio ni caliente, voy a vomitarte de mi boca… Sé, pues ferviente y arrepiéntete”.

Esta pequeña introducción, que daría para muchas páginas, viene a propósito de la Fiesta de todos los Santos.

La Iglesia el Día primero de Noviembre recuerda a tantas  personas, que hicieron de su vida lo contrario de lo que venimos  hablando.

Santo es cualquier persona que, siendo consciente de quién es, de  los dones naturales y sobrenaturales que tiene y lleva en su ser,  concedidos por Dios Creador y Redentor, intenta desarrollarlos al  máximo, desde un amor a Dios y las personas.

Santo es quien tiende siempre a la perfección en las obras que  realiza, y esto, lo hace no por obligación, sino cautivado por la  belleza de poder amar y servir con todo su corazón a Dios y a los demás.

Cuando  se vive en esa tensión diaria, aunque haya algunos  fallos, hay en la mente y en el alma  una sensación de bienestar, de  felicidad, que no la tiene el mediocre, el que vive la vida de modo  superficial y rutinario.

No olvidemos que la persona, en su más honda intimidad, tiene  hambre de perfección y de altura; no está para la comodidad ni para “ir  tirando”, sino para tender y buscar la perfección.

Por eso, cuando no se vive así, cuando no coloca uno a su ser en  la dimensión para que está creado, le nace el hastío y la desilusión del  vivir.

 

Por Tomás Lozano Rivas

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