Horacio Rodríguez Larreta y el fracaso de la Ciudad Segura, promesa de campaña

El Jefe de Gobierno Porteño, Horacio Rodríguez Larreta, ha tenido entre las muchas promesas sin cumplir, una que puede restarle muchos votos por la sensibilidad que causa en los ciudadanos el tema de la inseguridad.

Lo que en principio parecía un mérito que generó festejos y promesas, como ser el hecho de que se traspasaron finalmente las comisarías de la Policía Federal Argentina con sus efectivos y recursos, terminó siendo un dolor de cabeza para la gestión de Larreta que a la fecha no encuentra la fórmula para tener una policía eficiente y con vocación de servicio.

Asesorado por ignorantes del verdadero sentir del policía por un lado y por el otro por Jefes de la PFA que poco entendían del verdadero trabajo policial, el PRO nunca pudo alejarse de los escándalos con los jefes de su policía, desde «El Fino Palacios», que se llevó enganchado a la causa por las escuchas ilegales al propio Mauricio Macri, pasando por el elegido por Larreta para ser el primer Jefe de la Policía Metropolitana José Pedro Potocar, a quien vendieron como la mejor opción, por ser abogado y con capacitación en el FBI, el cual duró un suspiro antes de terminar imputado en una causa de corrupción grave.

En el breve tiempo que lleva la fuerza policial de la Ciudad, es la que más efectivos policiales tiene sometidos a distintos procesos judiciales por delitos varios, principalmente por robo y con el uso de las armas reglamentarias, tendencia negativa que se mantiene en el 2019.

A pesar de que el gobierno de Larreta ha demostrado tener una actitud más firme y dura para con los vendedores ambulantes o quienes realizan reclamos sociales que afectan el espacio público, la realidad es que la inseguridad le gana por goleada y no encuentran la forma de tapar la incapacidad evidente para enfrentar el problema, problema que surge primero por la ineficiente conducción policial, porque en el Ministerio de Seguridad y Justicia no se les cae una idea potable y luego porque el personal policial carece de vocación y porque les han quitado motivación por el uniforme que les asignaron, yo también sentiría vergüenza de representar a la autoridad con un uniforme similar al de un empleado de una casa de hamburguesas rápidas.

No han podido encontrar la solución a los estragos que todos los días hacen los motochorros, no han podido controlar a los motoqueros que a pesar de la legislación vigente siguen ingresando a la Ciudad sin respetar la Ley, sin estar debidamente identificados, circulando generando daños en vehículos y conductores, lo que también es inseguridad.

La lucha contra el narcotráfico la tienen perdida hace tiempo, no la controlan en las villas y no la controlan en los boliches de moda, los controles de alcoholemia quedaran en el recuerdo y todo es un viva la pepa.

Hemos llegado al absurdo de que utilizan domos de seguridad para multar vehículos mal estacionados o detenidos en doble fila, pero no previenen el delito.

El propio Diego Santilli, vicejefe de Gobierno, sumó a sus responsabilidades la titularidad del Ministerio de Seguridad y Justicia y uno se pregunta ¿con qué necesidad?, si las cosas estuvieran bien encaminadas uno puede gestionar apoyado en las segundas y terceras líneas, pero al carecer de asesores con conocimientos tenemos una inseguridad que crece, las payasadas del «anillo digital» no aportan soluciones eficientes, es muy lindo para hacer campaña política o subir un video de muestra, pero es evidente por los resultados que esto es un granito más que no frena el fracaso.

El violento y mafioso asesinato y posterior descuartizamiento de los cuerpos en la Villa 31 de Retiro, debería ser una señal de alerta al Gobierno de la Ciudad, son métodos de los carteles que buscan instalarse definitivamente en el país, no porque no estén instalados, sino que aún no han desplegado sus códigos y ejecuciones.

La ambición por poseer una policía propia no fue en beneficio de los vecinos, buscaban controlar las cajas de recaudación policial y a la vez el poder que da tener una fuerza policial armada que son los «ojos» de los fiscales, mucho más si algunos fiscales se vinculan con la policía.

Por Marcelo Ricardo Hawrylciw

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