La escandalosa fuga por Ezeiza de un narco peruano

Estuvo detenido un día. Era mano derecha de un jefe de la villa 1-11-14. Cayó preso en el aeropuerto, pero lo liberaron pese a que tenía una orden de captura. Entre Gendarmería y Policía Aeroportuaria se echan la culpa.

Jair Danny Aguilar Fernández es peruano y tiene 40 años. A veces se hace llamar Juan José Sea Torres pero todos lo conocen por su apodo: “El Cholo Van Dam”. Para la Justicia Federal argentina fue uno de los “soldados” del también peruano Marco Antonio Estrada Gonzáles (alias Marcos).

Su tarea: recorrer, ametralladora en mano, los pasillos de la villa 1–11–14 del Bajo Flores –donde “Marcos” lidera la venta de drogas– custodiando a los dealers de la organización.

Bajo esta acusación, el juez federal Nro 12 de Capital, Sergio Torres, pidió su captura el 25 de octubre de 2010.

Lo hizo en el marco de la llamada “Megacausa paco”, por la cual el propio Estrada Gonzáles está a punto de llegar a juicio oral. Sin embargo, desde entonces, Aguilar Fernández no sólo no fue detenido sino que incluso logró salir del país por la puerta grande, con su verdadera identidad y vía el Aeropuerto de Ezeiza.

Y lo hizo cuando la orden de detención nacional e internacional en su contra llevaba casi un año vigente.

Esta fuga, escandalosa por lo impune, ocurrió el 9 de agosto de 2011. Al enterarse, Torres pidió que se investigara lo ocurrido ya que existen acusaciones cruzadas entre Gendarmería y la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), que se echan mutuamente la culpa del “error”. Pero el expediente nunca avanzó.

Desde la denuncia de Torres  –enviada para sorteo a la Cámara Federal el 17 de octubre de 2011– lo único que hizo la causa fue rebotar entre el juzgado federal 12 de Capital y el juzgado federal 2 de Lomas de Zamora (con jurisdicción en el aeropuerto de Ezeiza).

Discutiendo la competencia de uno y otro magistrado, pasó casi un año.

Recién el lunes 25 de junio de este año las actuaciones pasaron definitivamente a Lomas de Zamora y sólo luego de un fallo de la Cámara Federal zanjando el tema.

El sólo relato de cómo Aguilar Fernández logró tomarse un avión a Perú en agosto del año pasado muestra hasta qué punto el narcotráfico consigue burlar los controles del Estado.

“El Cholo Van Dam” llegó al Aeropuerto Internacional de Ezeiza el 8 de agosto de 2011 e intentó abordar su vuelo con su pasaporte legítimo. Su pedido de captura saltó en el sistema de la Dirección Nacional de Migraciones y, como correspondía, fue escoltado hasta las oficinas de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA).

Hasta allí todo normal y correcto. Lo que sobrevino después es mucho más oscuro y tuvo un desenlace que indignó al juez Torres: menos de 24 horas después de ser demorado, la PSA le permitió salir del país.

En el juzgado de Torres (con el que nadie se contactó para certificar si la captura seguía vigente) se enteraron de lo ocurrido casi de casualidad, por una nota formal que le envió la Dirección Nacional de Migraciones.

Cuando Torres y su secretario, Diego Iglesias, intentaron reconstruir la fuga empezaron las acusaciones cruzadas entre las fuerzas . Los aeroportuarios fueron los primeros en informar y le echaron la culpa a un cabo de Gendarmería.

“Efectivos de la PSA habrían requerido información a la División Antecedentes de Personas de Gendarmería Nacional, recibiendo una respuesta escrita en la que surgiría el levantamiento de la restricción de la libertad ambulatoria del demorado Aguilar Fernández ”, cuenta Torres en su denuncia.

Cuando le tocó el turno de dar explicaciones, Gendarmería devolvió el golpe: por un lado aseguró que en su sistema informático la detención de Aguilar Fernández estaba activa; por otro, sostuvo que la PSA no tiene ninguna necesidad de consultarlos. Finalmente, informaron que ese día se había hecho una consulta pero por otra persona, de nombre relativamente parecido: Gian Aguilar.

Qué pasó en realidad, aún no se sabe, porque nunca se investigó. Qué fue de “El Cholo Van Dam” –al que en el Bajo Flores se lo recuerda patrullando con una ametralladora–, menos aún.

Fuente:Clarín

Por Virginia Messi

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