Iván Renkine recibe clases de derechos constitucionales

Al final, Pablo Iván Renkine, «el hacedor», el tipo exitoso que dice en sus videos le gusta el cara a cara con la gente, a comenzado a mostrar la hilacha, pasó de jugar al distraído en su responsabilidad por la muerte del joven Fausto Maldonado, a comportarse errático y como una rata buscar meterse en el entorno de Carina Zabala para quebrar el apoyo que suma día a día.

En lo personal, esperaba de un tipo que se jacta de haber podido «manejar» los peligros de la noche en una zona complicada como Hurlingham más hombría, pero parece que como todo personaje inventado su verdadera esencia es actuar desde las sombras, esquivar a los que le preguntan directamente y patalear como una criatura caprichosa.

Quizás por eso, por su conducta inmadura y por demostrar que o es un corrupto o desconoce los derechos del resto de los ciudadanos y más de los obreros, es que Carina Zabala, con una basta experiencia docente, a su reclamo de justicia le agregó el brindar una clase abierta y pública sobre los derechos que garantiza la Constitución Nacional, algo que en lo personal celebro porque siempre es bueno recordar que nos rige a los ciudadanos una normativa superior.

Entonces, mientras Renkine se mueve reptando entre las sombras, elucubrando, pagando abogados que deberían volver a la facultad de derecho, pedir favores políticos y tratar de intimidas con su presencia a los que apoyan el reclamo de justicia, la gente sana, que ni siquiera lo insulta, le brinda una clase para que entienda los motivos del reclamo, tal vez, sus abogados en el afán de solo cobrar honorarios le mienten y no le dicen que lo que hizo está mal y lo que hace está peor.

Ver a una madre reclamando justicia, sin violencia, pero recitando los derechos de los ciudadanos, llevando un mensaje positivo a los trabajadores que escuchaban es de los recuerdo visuales que uno quiere ver, es motivador y me recordó a una estrofa de la canción Creo de Callejeros que dice: «Creo que educar es combatir Y el silencio no es mi idioma».

Por Marcelo Ricardo Hawrylciw

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