Un oscuro ex abogado de Martins es quien asesora a su hija Lorena

Fue espía de la Federal y trabajó en la causa AMIA con el Juez Galeano. Es defensor de night clubs y sería uno de los que aportó datos para las denuncias contra Martins.

A sólo una cuadra del Ministerio de Seguridad se encuentra Madahos, un night club donde hay chicas que ofrecen su cuerpo a cambio de dinero. Uno de los abogados del lugar es Claudio Adrián Lifschitz, un retirado agente de inteligencia de la Policía Federal que durante años fue abogado del ex espía de la SIDE Raúl Luis Martins Coggiola, acusado de ser el zar de la trata de mujeres entre Buenos Aires y las playas de Cancún.

Después de ser abogado de Martins durante casi siete años, el ex espía de la Federal conoció cómo funciona el negocio de constituirse en defensor de regenteadores de burdeles. Cuando la jueza federal María Servini de Cubría ordenó en abril último una ola de allanamientos en prostíbulos en Recoleta y Flores, Lifschitz acudió al rescate y se presentó en la Justicia como abogado de algunos de ellos.

La historia judicial del millonario abogado con oficinas en Puerto Madero es tan asombrosa como la de su ex amigo Martins. Un cóctel de espionaje, traiciones, secuestros, y seductoras señoritas de sexy lencería. El legajo especial de la Policía Federal de Lifschitz era el número 2263 y su padrino era el ex comisario y fugaz jefe de la Policía Metropolitana Jorge “Fino” Palacios.

Lifschitz dejó su rol de espía anónimo cuando denunció públicamente, y después en la  Justicia, que el Estado construyó pruebas falsas durante la investigación a la voladura de la AMIA. Apuntó contra el juez Juan José Galeano y contra la SIDE. El escándalo incluyó amenazas de muerte y se ganó la enemistad de los agentes con los que trabajaba.

El agente de inteligencia llegó al juzgado que en aquel entonces manejaba Galeano en junio de 1995; había sido recomendado por el Fino Palacios. En aquel momento, el comisario se disputaba con un sector de la SIDE la investigación del atentado. El juez lo nombró como prosecretario y Lifschitz se metió de lleno en la causa.

En 1996 renunció a su cargo en la Justicia y se puso a atender casos menores en un minúsculo estudio jurídico de la zona de Tribunales. Hasta que un buen día, tres años después, se le ocurrió denunciar al juez, los fiscales y a la SIDE.

“La SIDE ocultó información del caso, creó dos causas paralelas, intervino teléfonos sin orden judicial, e hizo desaparecer cassettes con escuchas telefónicas”, dijo Lifschitz cuando en septiembre de 2003 se presentó a declarar en el juicio por la causa AMIA. Antes de acusar al entonces jefe de la SIDE, Hugo Anzorreguy, de facilitar el supuesto pago de 400 mil dólares para Carlos Telleldín.

En julio de 2009 un auto salió al cruce del que él conducía en la localidad de Merlo y le disparó a mansalva. Tres tiros atravesaron el parabrisas. Semanas antes había sido secuestrado en Villa Devoto, le pusieron una bolsa en la cabeza, le tajearon la palabra “AMIA” en la espalda y con un soplete le grabaron seis números en el brazo, mientras le repetían: “No jodas con la SIDE”. Lo soltaron en inmediaciones de la Escuela de la Policía Federal.

Quienes lo conocen aseguran que Lifschitz terminó siendo un outsider de los servicios de inteligencia, trabajando al mejor postor. Habría sido el propio Martins quien lo reconcilió con la SIDE.

Hoy Martins acusa a su hija y a Lifschitz de extorsionarlo. Cuando Lorena Martins denunció en la Justicia a su padre de liderar una red de trata de mujeres, Lifschitz actuó de abogado y puso su domicilio de Puerto Madero en el expediente. Lorena reconoce que tuvo un corto noviazgo con quien fue abogado de su padre, aunque cada tanto lo llama con palabras afectuosas.

Por Fernando Oz

Fuente: Perfil.com

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