La UBA debe indemnizar a la familia de la joven que murió en el hueco de un ascensor

La joven se accidentó en la Facultad de Derecho y su cuerpo fue encontrado recién dos días después en un hecho que conmocionó a la comunidad educativa en 2003.

La Universidad de Buenos Aires fue condenada a indemnizar con casi medio millón de pesos a los padres de una alumna de la carrera de Derecho que cayó por el hueco de un ascensor del que intentó salir al quedar parado entre los pisos segundo y tercero.

La Sala Segunda de la Cámara en lo Civil y Comercial Federal resolvió así la demanda de la familia de Romina Elizabeth Rozano Vega, la joven que murió el 13 de mayo de 2003 y cuyo cuerpo fue hallado dos días más tarde.

El caso fue archivado en la etapa penal por el juez de instrucción y postulante a Juez federal Luis Rodríguez, «en razón de no haberse acreditado la perpetración de delito alguno ni responsabilidades criminales».

Pero el reclamo civil siguió adelante y terminó con la condena contra la UBA a indemnizar a los padres con 480 mil pesos más intereses a contar desde el momento de los hechos.

El 13 de mayo de 2003, Rozano Vega «concurrió a la Facultad de Derecho, luego de asistir a una clase en el primer piso que concluyó a las 10 y que en compañía de otra alumna se dirigían a fin de obtener fotocopias. Como ésta se demoró, se dirigió sola hacia el sector del ascensor y no se la volvió a ver», explica el fallo. La joven no fue hallada ese día; «al día siguiente no hubo actividad por un conflicto gremial y el 15 de mayo a las 08:30, aproximadamente, un operario encontró en el interior de la cabina un bolso que resultó ser de la víctima«, y posteriormente su cadáver. «El deceso se produjo como consecuencia de su caída en el foso del ascensor al intentar salir por sus propios medios de su interior, donde había quedado atrapada al detenerse entre los pisos segundo y tercero a raíz de una falla técnica», describe la causa.

Para los Jueces Ricardo Guarinoni y Alfredo Gusman, «debe presumirse –por ser la reacción normal de quien se encuentra encerrado en un ascensor–, que golpeó la puerta y levantó la voz pidiendo auxilio. Nadie que queda encerrado en un ascensor procede a abandonarlo sin esperar un tiempo prudencial a ser rescatado o bien proferir gritos pidiendo auxilio, ese es el normal desarrollo de los acontecimientos, lo que realiza el común de la gente ante una circunstancia similar, lo que debe presumirse».

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