Demandas y quejas a la hora del sexo

problemas-de-pareja  Las relaciones sexuales son tan importantes en la vida de los seres humanos, que muchas veces termina definiendo el futuro de las parejas. Pese a tener una buena convivencia, en ciertas ocasiones, aparecen las quejas bajo las sábanas.

Las relaciones dentro de la pareja no resultan para nada fáciles, por más amor que se profesen. Los habituales avatares que generan el trabajo, la economía familiar y los chicos que crecen sin parar y son por demás demandantes, suelen construir un combo difícil de superar, en especial en estos tiempos en los que todo se hace a mil por hora. Sin importar la edad ni la condición sociocultural, hay una cuestión cada vez más evaluada y que no siempre tiene un desarrollo feliz, que son las relaciones sexuales y los estados de insatisfacción que a veces provocan.

Porque, se sabe, aun en parejas que suelen tener una convivencia muy positiva, tanto en lo afectivo como en lo comunicacional, la demanda sexual de ambas partes suele resultar un problema que arranca con la queja. Un tema resolver que, en muchos casos, termina por definir el futuro de esa pareja, ya que de no solucionarse puede hacerla terminar en un rotundo fracaso.

La queja es el inicio del mal

Cuando una pareja no funciona cuando de cuestiones de alcoba, se trata, las cosas a veces se complican. Según estudios realizados recientemente en la Universidad de Toronto, Canadá, que abarcaron a familias de toda Latinoamérica, las diferencias y las primeras quejas surgen, en gran medida, por el grado de regularidad con que se mantienen las relaciones sexuales. Si bien hay muchos hombres que demandan más actividad semanal, también hay mujeres que protestan de no recibir toda la atención que ellas querrían en las relaciones íntimas.

Lo cierto es que, según el análisis de los investigadores canadienses, tener una vida sexual demasiado activa no garantiza la felicidad. Es más, si bien hay parejas que diariamente necesitan tener relaciones íntimas, la generalidad marca que cuando un hombre y una mujer se estabilizan socialmente en la convivencia, la calidad supera a la cantidad y esas parejas funcionan mejor cuando tienen relaciones dos o a lo sumo tres veces en siete días. Al encontrar el equilibrio, la queja va desapareciendo.

Asimismo, el equipo interactivo de médicos y psicólogos canadienses indica que esa actividad puede, muchas veces, tapar ciertas diferencias y quejas de otra índole entre los protagonistas, dado que el atractivo que sienten eleva enormemente sus endorfinas y llegan con naturalidad al sexo, aun cuando hayan mantenido diferencias en la economía familiar o en la educación de los hijos. Es más, el informe asegura que parejas conformadas por personas de más de 40 años mantienen esa práctica, no como una costumbre sino como una necesidad de pertenencia mutua, algo así como que se renueva la llama del amor en cada encuentro.

Diferente es el caso de aquellas parejas que con el paso del tiempo pierden esa regularidad. Los conflictos pueden brotar por la insatisfacción de uno de los dos actores.

La protesta sexual

El problema se da cuando esa relación, ideal inicialmente, comienza a desgastarse, ya no en la convivencia diaria sino en la cama. En ese sentido, en la apreciación de la especialista Mariela Tesler, un 85 % de las parejas no están conformes con su vida sexual. Y si bien la gran mayoría se queja, no muchas provocan algo nuevo para generar un cambio que les devuelva el esplendor perdido.

Tesler indica en su informe que en todo comienzo de una relación, el manto rosa lo cubre todo. La novedad, el enamoramiento, el amor ciego que todo lo puede y la regularidad y frecuencia son altos. Cualquier diferencia pasa desapercibida, cualquier anhelo no concedido hasta se esfuma en el aire. Se vive en un estado de euforia y pasión desmedida. “Nos espejamos en el otro, proyectamos. Estamos totalmente predispuestos a modificarnos, a ser creativos y a dar mucho más para que esa luna de miel no se termine nunca”, expresa.

Claro que luego, aprecia Tesler, “cuando llegan los tiempos de la rutina diaria, la convivencia,se baja a la realidad de todos los días. Sobrevienen el estrés, los niños con sus problemas y ocupaciones, más las preocupaciones y el cansancio. Entonces asoman las primeras peleas y, cuando empieza a repetirse la situación, la gran queja, lo que lleva a bajar la frecuencia del acto. Ya no agradecemos lo que tenemos, sino que nos quejamos por lo que no está”, remarca.

Así, es probable que el primer gran cortocircuito suceda puertas adentro de la alcoba. Aquel que se queja, en la visión de Tesler, elabora una lista interminable de requerimientos y pedidos para la pareja. Se enumera enseguida lo que no les gusta del otro y cada vez les cuesta más ponerse a pensar lo que sí los hace felices. Ese ser que una vez fue el elegido, parece haber quedado perdido allá lejos y hace tiempo. Esto lleva a perder la seducción, y se reduce la capacidad para volver a cortejar. Parece que la conquista de los primeros días se llevó consigo las ganas.

No es lo que parece

Según el informe de la especialista, los protagonistas imaginan que si el otro los quiere les leerá el pensamiento y hará exactamente lo que están necesitando o queriendo. Cuando eso no sucede aparece el enojo, se cree falsamente que no hay nada para hacer. Gran error. “El deseo no es siempre espontáneo, ¡hay que ayudarlo!”, replica. Y agrega que nos lamentamos porque no sabemos tocarnos o besarnos el uno al otro como nos gustaría.

En la visión de las mujeres existe la premisa de que “el varón es básico por naturaleza”; eso dificulta cualquier deseo de previa y se siente que esta nunca va a llegar. Esto ocurre cuando las mujeres se enojan al ver que los varones ya alcanzaron el clímax y ellas ni siquiera lograron a comenzar a excitarse. Ni que hablar de aquellos hombres que solo parecen querer satisfacer sus necesidades básicas, sin nada de cortejos ni arrumacos previos. Y si lucen muy cansados, evitan el acto con cualquier excusa, o intentan planificarlo en lugar de que surja espontáneamente. Aluden a que esa mujer que los deslumbró ya no es la misma. Se le fue lo salvaje, lo perra, se le fue lo inalcanzable.

Lo cierto es que ambos, si se quieren, no buscarán reflotar el pasado; si se habla en los momentos precisos, se deben buscar las muchas maneras de encontrarse de nuevo formando un vínculo atractivo y diferente. Quizá no tan activo como al principio, cuando todo era nuevo y encantador. Pero creando una nueva relación que no solamente salve a la pareja desde lo afectivo, sino también renueve la intimidad. Un buen ejemplo es el que plantean los canadienses, de mejorar la calidad al costo de bajar la cantidad.

Para Tesler, la visión de que todo tiempo pasado fue mejor no alcanza para encontrar soluciones. Es más, hasta puede resultar nociva. Muchos integrantes de parejas con problemas sexuales pueden llegar a pensar que con el paso del tiempo y cuando el fuego inicial se apaga, hay una lógica inexorable que no va a cambiar. Pero la especialista apuesta a que ambos, ya sea con ayuda terapéutica o simplemente juntos, hablando y con buenas intenciones e imaginación, busquen una solución racional que les permita recuperar lo perdido.

No es cuestión de que, ante ese “faltante” sexual, cambiemos de pareja y listo. La insatisfacción puertas adentro de una habitación se supera con diálogo e imaginación, y lo que hay que buscar es modificar aquella queja por una variable positiva que devuelva a esas dos personas la necesidad de estar juntos en todos los sentidos, y fundamentalmente, a recuperar el deseo de amor y de sexo. Indefectiblemente hay que hacer algo, y ser constante en ello, para que se modifique la situación generando una pareja renovada y mucho más a gusto.

Ya lo explica la neurociencia de los científicos canadienses, muy bien graficada por Tesler. “Nuestras rutinas van formando un ‘mapa’, un surco en el cerebro. Para que algo se modifique, no basta con hacerlo una vez, hay que repetirlo hasta que forme un nuevo surco y trace otra línea. No será tan rápido, pero es totalmente posible. Lo que hay que tener es verdaderas ganas y dedicación”.

Si él no se da cuenta cómo porque su naturaleza es diferente, enseñarle con cariño, con amor, con deseo de que la previa mejore. Buscarlo primero, sorprenderlo, condimentar la relación con aromas, aceites, lencería nueva. Intentar algo diferente. ¿Y si ella no quiere? Seducirla durante el día. Halagarla, mimarla más de lo acostumbrado. Escuchar qué le gusta, detenerse a oler su piel, decir con un susurro al oído lo que le espera cuando se encuentren solos…

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