El actor argentino Pepe Soriano interpretó papeles célebres en La patagonia rebelde, Asesinato en el Senado de la Nación y La Nona, entre otras.
El actor argentino Pepe Soriano murió el miércoles por la tarde a los 93 años y con el se va una figura recordada por sus papeles en La Patagonia rebelde, Asesinato en el Senado de la Nación y La Nona, entre un rosario interminable de títulos no sólo en la Argentina sino, también, en España.
“Se fue un grande. La muerte de Pepe Soriano cala hondo en nuestros sentimientos. Con él se va un amigo. Luego el gran actor, uno de los mejores de este país. Beso enorme para Diana, Victoria y familia”, escribió el productor Carlos Rottemberg en la cuenta del Multiteatro Comafi al dar la noticia.
Soriano obtuvo mucho premios a lo largo de su carrera. En 1971 ganó el Cóndor de Plata como mejor actor por Juan Lamaglia y Sra, en 1995 actor de reparto por Una sombra ya pronto serás y en 1998 la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina le entregó el Premio Cóndor de Plata a la trayectoria. Obtuvo el Konex en 1981 y la Mención Especial Konex a la Trayectoria en 2021 y en televisión, se quedó con el Martín Fierro por su trabajo en Trillizos.
Una vida dedicada a la actuación
Nacido el 25 de septiembre de 1929 en el barrio porteño de Colegiales, Soriano se acercó al teatro desde muy pequeño al punto que los boleteros lo conocían y le daban una buena ubicación a ese chico que vivia al lado de la casa del poeta Raúl Gonzalez Tuñón y se cruzaba con Zully Moreno.
En 1947 debutó como actor amateur en el club Alarcón: “Trabajaba mientras estudiaba sin ganas Derecho. La vocación por actuar estaba y comencé a participar del teatro universitario”, donde debutó con Sueño de una noche de verano, de Shakespeare y en el Colón.
“Mi maestro se acerca y me dice: ‘Serás actor pero de peluca’, lo que significaba que podía hacer de jorobados, deformes pero nunca de galán”, recordaba.
En 1976 un un general le advirtió que no vuelva a trabajar y antes que el exilio prefirió recorrer la Argentina con El loro calabrés, una obra donde hablaba de su abuelo zapatero y de él mismo con la que se presentaba en pueblos pequeños: “trabajaba, llenaba y rajaba”, sintetizó y recordaba que como tenía dos hijos volvía a Buenos Aires, les daba la plata y se iba a dormir donde podía pese a lo cual lo detuvieron tres veces.
En 1987 le surgió una posibilidad de trabajo en España donde protagonizó Espérame en el Cielo y cruzó el charco desde donde volvió en 1992. “No hay que irse. Vayas donde vayas, salvo que seas gerente de una multinacional, sos el extranjero y vas a pagar el precio”, reflexionaba.
“Deseo ver a la gente con buen humor, con trabajo, que todos vivan bajo un techo y no una lona. Nadie elige dónde nace y casi todos morimos contra nuestra voluntad. Quiero simplemente que todos vivamos con dignidad”, supo decir.
Como al Alemán de La Patagonia rebelde porfiaba: “Debemos hacer aquí un país. Estamos a la entrada de una tierra prometida. De esta tierra es mi canto, mi poesía”, recitaba al nicaragüense Ernesto Cardenal.