Las familias pobres gastan más en tabaco que en comida y salud

consumo-tabacoUn estudio realizado en la ciudad de Buenos Aires reveló que el cigarrillo insume el 6,2% de los ingresos de los hogares pobres. La evidencia internacional señala que la enfermedad hace que las familias pobres gasten más en tabaco y menos en comida, atención médica, educación y otras prioridades.

En los hogares de menores recursos de la ciudad de Buenos Aires, el dinero que se gasta en cigarrillos representa el 6,2% de los ingresos mensuales.

Los datos surgen del estudio «Tabaquismo y su relación con la pobreza en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires», del profesor doctor Martín González Rozada, quien analizó la relación entre la prevalencia del tabaquismo y la pobreza en la Ciudad en los últimos ocho años. Entre los principales hallazgos, se encontró que la prevalencia general se encuentra por encima del 27,5% (casi 31% en hombres y 25% en mujeres), que aumentó entre 2005 y 2009 desplazándose de los hogares más ricos a los más pobres. Mientras en 2005 se fumaba en 24,66% de los hogares más pobres, en 2009 se fumaba 4% menos en los hogares más ricos. Hace muy poco se presentó la encuesta de opinión de los ciudadanos de la CABA obteniendo un prevalencia aún menor: 23,5 por ciento.

La doctora Marta Angueira, directora del proyecto «Buenos Aires, Ciudad Libre de Humo», explicó que «lamentablemente, para la gran mayoría de hogares menos favorecidos, el tabaquismo es una enfermedad cuya prevalencia va en aumento. Esto pasa aquí y en todo el mundo, ya que la epidemia se traslada de los países desarrollados a los países en desarrollo: se calcula que en 2030 morirán 3 millones de personas en países industrializados y más del doble en países en desarrollo a causa del tabaco. Los hogares pobres cuentan con menos recursos para la atención médica, y en el mundo gastan entre 4 y 5% para comprar cigarrillos».

El estudio tomó como fuente cinco importantes encuestas nacionales: la Encuesta Nacional de Gasto de los Hogares (ENGHo) 2004/2005, las Encuestas Nacionales de Factores de Riesgo (ENFR) 2005 y 2009, y las Encuestas Nacionales de Consumo de Sustancias Psicoactivas (ENPreCoSP) 2008 y 2011. González Rozada comentó que «el promedio de consumo es de 11 cigarrillos diarios, según las distintas encuestas analizadas. De acuerdo con la ENGHo, la cantidad de cigarrillos consumida diariamente por hogar es en promedio 14,51, en tanto que en las otras cuatro bases de datos se encontró un consumo medio diario individual de entre 11,59 y 12,35. Esto sugiere que la cantidad de fumadores por hogar factiblemente no excede, en promedio, la unidad».

También se puede apreciar una reducción de la prevalencia del tabaquismo en los individuos menores de 25 años en alrededor de 5%, acompañada de un aumento en la prevalencia de esta enfermedad en los individuos de entre 45 y 65 años. La distribución por rangos de edad muestra que los hogares con jefe mayor de 65 años son los que registran menor proporción de fumadores.

«Si bien habría una reducción de la prevalencia del tabaquismo de 2008 a 2011, esta no estaría acompañada de una reducción en la cantidad de cigarrillos consumidos por los fumadores. Y encontramos que a mayor edad, mayor es el consumo; entre los desocupados hay más consumo que entre los ocupados y activos», informó el especialista, y enfatizó que «el tabaquismo es un fenómeno que se da mayor intensidad en hombres que en mujeres. Todas las fuentes analizadas coinciden en asignar un mayor consumo medio diario a hombres que a mujeres. Lo mismo ocurre con la prevalencia, aunque en algunos casos se trata de diferencias de menor magnitud».

La evidencia internacional señala que este desvío de recursos hacia el tabaco tiene un costo de oportunidad sumamente elevado: la enfermedad hace que las familias pobres gasten más en tabaco y menos en comida, atención médica, educación y otras prioridades que contribuirían al crecimiento y desarrollo del país. En hogares donde los recursos no abundan, «un 6,2% es demasiado alto, teniendo en cuenta que para el mismo período en promedio el 32% de los ingresos era para alimentos y bebidas, y apenas un 3,3% para enseñanza, un 8% para esparcimiento y un 8,6% en salud. Las personas gastan lo poco que tienen en un producto que los va a enfermar e incluso matar. El cigarrillo los llevará a gastar más recursos en salud, deteriorando cada vez más su calidad de vida», reflexionó Angueira.

«Recordemos que el tabaquismo es una adicción que puede producir la muerte al que fuma o al que aspira el humo pasivamente. Un fumador menos representa aire más puro, para él y para su familia y quienes lo rodean. El día en que toda la sociedad entienda que esta es una enfermedad que requiere atención, la salud habrá ganado una de sus mayores batallas», concluyó la especialis

Diversos estudios revelan que tabaco y pobreza están íntimamente relacionados. Según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 84% de fumadores vive en países pobres, donde la carga de enfermedades y muertes relacionadas con el tabaquismo está creciendo rápidamente. El Banco Mundial señaló que los pobres son las personas más expuestas a las enfermedades producidas por el consumo de tabaco, ya que tienen menos posibilidades de acceso a la atención médica. Se calcula que en las próximas décadas los países en desarrollo tendrán un incremento en los costos que deben de asumir a causa de tabaquismo: atención médica, pérdida de productividad y sufrimiento.

El estudio «Tabaquismo en Hogares Pobres del Perú», realizado por CEDRO con el auspicio de Health Bridge en 2010, llegó a conclusiones similares a las observadas en la ciudad de Buenos Aires: el tabaquismo insumía el 6,2% mensual en 9 de cada 10 hogares, que representaba unos 30 kilos de arroz, 12 kilos de pollo, 30 litros de leche, 45 kilos de pescado o 3 a 4 kilos de carne. El 10% de hogares había reportado problemas a consecuencia del consumo de tabaco, y en el 4% de los hogares pobres con fumadores, en alguna ocasión, no habían tenido dinero para pagar atención médica o medicamentos para los chicos, pero sí para comprar cigarrillos. El 54% de los hogares encuestados nunca había analizado el gasto que el tabaco representaba en sus vidas, ni las oportunidades que perdían por esta adicción.

Sin humo, con salud

En la Ciudad de Buenos Aires existe vigente la ley 1799/05 y su modificatoria que prohíbe fumar en todo espacio cerrado con acceso público. Ello incluye: lugares de trabajo, oficinas, taxis, establecimientos de salud, escuelas, restaurantes, bares, confiterías, locutorios, salas de recreación, shoppings, paseos de compras cerrados, cines, teatros, centros culturales, salones de fiesta en eventos de carácter privado, cajeros automáticos, cabinas telefónicas, terminales de ómnibus, colectivos, estaciones de subte, clubes deportivos, gimnasios, clubes para fumadores y tabaquerías.

Los únicos lugares autorizados para fumar en espacios con acceso público son los patios, terrazas, balcones y demás sitios al aire libre, así como en áreas específicas para degustación en clubes de fumadores y tabaquerías sin atención de empleados. También les está permitido fumar a las personas internadas en centros de salud mental y de detención, en áreas específicas.

Los ambientes 100 por ciento libres de humo protegen la salud de toda la población, tanto fumadores como no fumadores, al evitar la inhalación de los tóxicos del humo de tabaco. Los más expuestos son niños, embarazadas, trabajadores de bares y restaurantes, y personas que padecen enfermedades como asma y enfermedades cardíacas. Los ambientes libres de humo contribuyen también a que el fumador reduzca el consumo de cigarrillos, a mantener la abstinencia, y a marcar un ejemplo positivo en los más jóvenes. Estudios realizados en diversas ciudades mostraron que en donde se implementaron este tipo de regulaciones, se redujo la tasa de eventos cardíacos, infartos y muertes relacionadas al tabaquismo.

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