Comienzan a juzgar a un peligroso violador serial

El violador obligaba a sus víctimas a cambiarse la ropa interior atacaba en Capital Federal y en la zona Norte del conurbano. Trepando paredes o árboles, se metía en casas donde vivían mujeres solas. Cayó por el celular robado a una chica belga de la que también abusó.

El violador actuaba siempre de la misma manera: trepaba paredes o árboles con una destreza casi atlética, elegía robar en departamentos en los que vivieran mujeres solas y se abalanzaba sobre ellas mientras dormían. Les decía que se quedaran tranquilas, que no les iba a pasar nada . Pero enseguida las ataba de pies y manos, las golpeaba y las violaba.

Pero además, el violador tenía una marca obsesiva que perturbaba a los investigadores. Antes de abusarlas, forzaba a sus víctimas a cambiarse la ropa interior por “algo más sexy”, muchas veces una tanga roja que él mismo llevaba .

Desde mañana comenzará a ser juzgado, acusado de haber cometido 21 violaciones (además, robaba a sus víctimas) en la zona norte del conurbano y en la Capital.

En un primer debate será juzgado ante el Tribunal Oral Criminal (TOC) 5 de San Isidro por cinco casos ocurridos hace más de diez años. Y a partir del mes que viene será llevado ante la Justicia porteña por otros 16 abusos cometidos entre 1995 y 2001, y a partir de 2007 hasta 2009. En el medio de ambas seguidillas, según la investigación, el violador no actuó porque estaba preso cumpliendo otra condena .

El acusado, Marcelo Angel Fasano, de 37 años, alias “Anguila”, fue atrapado durante una compleja investigación que sumó en su contra sospechas por más de 50 casos similares . Al ser arrestado en su casa de la localidad de Garín, en setiembre de 2009, los investigadores se llevaron una gran sorpresa: Fasano vivía en pareja con una mujer policía de la Bonaerense, que entonces estaba embarazada .

La Policía venía siguiéndole los pasos desde hacía tiempo. El cruce de datos entre distintas fiscalías y juzgados de la Capital y de Provincia habían permitido establecer un patrón común de ataques sexuales . La Policía estudió las zonas y la franja horaria en las que se habían cometido las violaciones e identificó por antena una serie de celulares que se repetían en todos los casos . Previo a esto, los investigadores habían descubierto que el teléfono robado a una de las últimas víctimas (una estudiante belga violada en Palermo, en enero de 2008) estaba siendo utilizado.

El primer juicio contra Fasano (o “el sátiro de la bombacha”) será por cinco violaciones cometidas entre noviembre de 1998 y abril de 1999, dos de éstas sufridas por una misma víctima, con apenas diez días de diferencia entre sí .

El 9 de noviembre de 1998, el violador entró en un departamento ubicado en la calle 25 de Mayo de la localidad de San Fernando. Trepó más de cuatro metros hasta que logró llegar al primer piso y meterse. La dueña estaba durmiendo y se despertó con un arma en la cabeza . “Yo no soy un asesino ni un violador”, le dijo el asaltante, como solía hacerlo en cada uno de los ataques, como si fuera una tarjeta de presentación.

El violador sacó a la mujer de la cama, le ató las manos por la espalda y le ordenó ponerse boca abajo. La víctima fue obligada a cambiarse la ropa interior, el asaltante le tapó el rostro con una bata y la violó. El hombre escapó de allí con 700 pesos, anillos de oro y una cámara de fotos. Diez días más tarde, el abusador regresó y volvió a atacar en ese mismo escenario.

Eran las 3 de la madrugada del 19 de noviembre de 1998 cuando el hombre trepó los cuatro metros otra vez hasta el primer piso y volvió a meterse en el mismo departamento, tras romper una reja colocada en esos días . En esa oportunidad, la mujer estaba junto a una amiga. El asaltante entró, se acercó a una de ellas y la encegueció con una linterna.

“¡Vos sabés quien soy!” , le dijo el asaltante a la mujer que ya había violado unos días atrás.

El agresor amenazó a las víctimas porque no quería que lo miraran. Les ató las manos por detrás de la espalda y la mujer que estaba de visita terminó tirada en el piso. La dueña de casa revivió entonces toda la secuencia. El violador la obligó a cambiarse la ropa interior. Esa vez, la vistió con medias y ligas. Y la violó de nuevo. La víctima, en pánico, no tuvo ninguna oportunidad de defenderse.

 

 

 

 

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *