Régimen del ánimo

régimen-del-ánimoNuestro cerebro está preparado, tras millones de años de evolución, para organizar la información necesaria en el actuar humano sobre el mundo. Constantemente fabrica deseos, estudiando su viabilidad. El ánimo es el resultado de esa producción constante de acciones: la forma que poseemos de vivir el éxito o el fracaso de ellas.

Las sensaciones del ánimo dependen del hecho de traernos cosas entre manos con un relativo éxito acumulado y con la promesa de futuros goces. Es consecuencia de los deseos, tanto por el hecho de tenerlos, y así encontrar un sentido a la vida; bien por estar realizándolos, y así estar cerca de un placer ansiado; o finalmente, por estar gozando de lo ganado a pulso y de esta forma haber ampliado el poder personal. En resumen, hay tres momentos de ánimo según los tres momentos de desarrollo de la acción:

•el ánimo por lo que vendrá.
•el ánimo por lo que está sucediendo.
•el ánimo por lo sucedido.

Siempre que queremos lograr algo debemos contar primero con las condiciones necesarias acumuladas por nuestros méritos y capacidades a lo largo de nuestra experiencia, y a continuación tener la habilidad de plasmar en la realidad lo deseado. Es decir, para realizar algo debemos:

•querer-hacer.
•saber-hacer.
•poder-hacer.

La acción en el mundo que nos redea es la forma de ir adquiriendo poder. Cuanto más poder tengamos, más posibildades de riqueza (en sentido general, tanto material como espiritual). Aumentar nuestro poder es expansionarnos, llegar más extensamente al mundo de nuestro entorno (tener más amigos y mejores, más y perfectos conocimientos, etc.) Por el contrario, disminuir nuestro poder implica reducirnos, estar pasivos frente al mundo, sin sacar prácticamente nada de él. La máxima reducción de un ser humano es el punto que representa una inmovilidad absoluta, que puede observarse en las depresiones graves.
Cuando decimos que podemos-hacer tomamos conciencia de un nivel de nuestras posibilidades de conseguir y obtener ciertos rendimientos deseables, o evitar otros desagradables. Ello va acompañado de orgullo personal, de una excelente imagen de uno mismo, de un sentido de valía propia, de una especie de certificado de nuestros méritos a partir del cual hemos de contar y atrevernos en consecuencia.

La conciencia de poder-hacer nos empuja a la ambición, esto es, puesto que tenemos los medios podemos a través de un cierto trabajo, de un esfuerzo, llegar más lejos en el disfrute de la vida y en la adaptación al mundo social e histórico que nos toca vivir.

Esta ambición en unas ocasiones es socialmente aceptada y premiada, como cuando un deportista supera un record o un padre ambiciona el éxito en la vida de su hijo, y no digamos la ambición modesta de sobrevivir; en otras ocasiones es censurada y castigada por la ley o por el desprecio público, como la ambición de un ladrón, o la ambición de un presumido o la pretensión de ser original.

El ánimo, la ilusión o desilusión, tienen como punto de partida creer que uno mismo tiene poder, posibilidades de dibujar en su horizonte futuro deseos que se realizarán con el esfuerzo.

Los juicios que hacemos sobre nuestro poder-hacer deben ser justos con nuestros verdaderos méritos y capacidades. si calculamos por encima, soberbiamente, chocaremos con la realidad, que no alcanzaremos como esperábamos ilusoriamente. calculamos por debajo, por falta de ambición de vivir con placer o por la falsa creencia de que no tenemos los méritos y capacidades suficientes, nos perderemos placeres que si hubiésemos calculado mejor obtendríamos con el esfuerzo adecuado.

En principio no resulta imposible, aunque sí difícil, saber ese ajustar siempre a lo que precisamente podemos-hacer en cada momento para sacar el mayor partido a la vida.

 

Fuente: Médicos municipales filial Borda

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