Mar del Plata:Represor viola su arresto domiciliario por un paseo

José-Francisco-BujedoLa salida de José Francisco Bujedo, ex integrante de los grupos de tarea de la Armada durante la última dictadura cívico militar, puso en evidencia la falta de control sobre los represores que esperan el juicio oral y no cumplen con su detención domiciliaria.

El auto patente FWW 157 salió de la puerta del dúplex ubicado en México 849. Primero fue hasta Constitución y Tejedor. Allí bajó la mujer que manejaba y el acompañante se quedó en el interior del coche. Luego siguió su marcha hasta la calle 14 de Julio 1954. Esta vez bajaron los dos. El anciano de 78 años es José Francisco Bujedo, ex integrante de los grupos de tarea de la Armada durante la última dictadura cívico militar; procesado por delitos de lesa humanidad. El miércoles pasado, violó el arresto domiciliario al salir de su casa sin permiso del juez.

La investigación de El Atlántico puso en evidencia, la falta de control sobre los represores que cumplen arresto domiciliario a la espera del juicio oral. El miércoles pasado alrededor de las 14 horas, Bujedo subió al auto de su hija, un Chevrolet Corsa azul, que lo llevó por distintos lugares durante poco más de una hora. Primero fue a buscar unos análisis clínicos y luego a una consulta médica. Fuentes judiciales confirmaron que el ex suboficial mayor de la Infantería de Marina no tenía permiso para esa salida. La última autorización firmada por el juez Federal Santiago Inchausti, a cargo de la causa Base Naval 4, fue de junio.

No sería la primera vez que Bujedo viola el arresto domiciliario, el imputado habría salido varias veces sin permiso. Al menos, una vez por semana. Una foto sacada con un teléfono celular, que llegó a nuestra redacción días atrás, lo muestra caminando solo en inmediaciones de su casa en el barrio Constitución, informó Diario El Atlántico.

Las pruebas obtenidas por El Atlántico, una veintena de fotos que muestran todo el raid de Bujedo desde que salió de su casa hasta su regreso, fueron aportadas a los organismos de derechos humanos querellantes en la causa en la que el ex marino está imputado. Hoy a primera hora, la abogada Gloria León y el fiscal Federal Pablo Larriera presentarán la denuncia ante el juez Inchausti para que revoque el arresto domiciliario.

José Francisco Bujedo, quien supo ser arbitro destacado del fútbol local y –a partir de la democracia- presidente de la sociedad de fomento del barrio San Carlos, fue detenido el 14 de mayo de 2011 por orden del juez Federal Rodolfo Pradas en el marco de la megacausa 4447, que investiga los delitos ocurridos en los centros clandestinos de detención (CCD) pertenecientes a la Armada Argentina en Mar del Plata. En aquel entonces fue procesado con prisión preventiva por la privación ilegal de la libertad agravada y los tormentos agravados sufridos por Edgardo Gabbín, ex militante del Peronismo de Base (PB) secuestrado el 11 de enero de 1977.

Un año más tarde, en julio de 2012, el juez Inchausti tomó la causa “Base Naval” y tras nuevos testimonios de sobrevivientes y familiares de desaparecidos, determinó que el ex suboficial habría participado de otros 17 secuestros, tres de los cuales terminaron en homicidios. Así decidió un nuevo procesamiento y el arresto domiciliario en el dúplex de la calle México al 800.

El fiscal Pablo Larriera solicitó la elevación a juicio del cuarto tramo de la causa 4447, conocido como “Base Naval 4”. El expediente incluye a más de 20 imputados. Bujedo forma parte de la lista. La Justicia determinó que se desempeñó en la Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina entre el 1975 y el 79. Habría formado parte del Grupo de Tareas 6.2 (GT6.2). Para la Justicia el ex referí participó, entre otros casos, de la privación ilegítima de la libertad del abogado Alfredo Bataglia y del ex diputado Julio Lencina, secuestrados en las primeras horas del 24 de marzo de 1976. Además se le imputa la coautoría en la desaparición del matrimonio Álvarez Sadet y en el homicidio de Fernando Yudi, cuyo asesinato intentó ser ocultado a través de un supuesto enfrentamiento entre “terroristas y fuerzas del orden”.

Después de 36 años

Edgardo Gabbín tenía poco más de 20 años cuando los agentes de la Marina José Francisco Bujedo y Ángel Narciso Racedo lo secuestraron y lo confinaron a un año de torturas y calabozos clandestinos en distintas dependencias de la Armada Argentina. Ahora anda por los 60. En una oficina de la redacción de El Atlántico mira la pantalla de la computadora.

-“Sí, ese es Bujedo”, responde Gabbín. Sonríe, pero a la vez mueve la cabeza con desaprobación. Lamenta que no haya control sobre los detenidos bajo arresto domiciliario y celebra que estén las fotos para probar la infracción del represor.

La primera vez que Gabbín se encontró con Bujedo fue en 1974 durante el servicio militar. Le había tocado Marina, pero su militancia en el Peronismo de Base y la conscripción eran incompatibles. Al poco tiempo desertó.

El segundo encuentro fue en enero de 1977 cuando en un partido de fútbol en la cancha del club Nación, el árbitro, José Francisco Bujedo, lo reconoció. Según Gabbín, primero lo dejaron encerrado en uno de los vestuarios y una vez que terminó el partido, Bujedo y otro oficial de la Armada, que hacía las veces de juez de línea en el partido, lo llevaron hasta su casa. Antes de despedirse, los oficiales le dijeron que al día siguiente lo esperaban en un departamento del barrio San Carlos donde le entregarían el documento en regla que nunca pudo recuperar luego de su deserción de la colimba.

En la dirección indicada lo esperaba Bujedo y otras personas. Le dijeron que estirara las manos y lo esposaron sin explicaciones. Lo trasladaron a la Base Naval, acostado boca abajo en el piso de la parte trasera del auto.

No recuerda si era de día o todavía la madrugada cuando lo despertaron a los golpes y con insultos: “comunista…zurdo hijo de puta”. La paliza lo dejó casi inconsciente. Cuando logró despabilarse comenzó el interrogatorio. Le preguntaban por algunos compañeros de militancia. Siempre eran los mismos nombres: “La Gallega, Perico, Cabezón y otro de apellido Ruiz”.

En la Base Naval tuvo que soportar cuatro interrogatorios bajo tortura. Después de la última golpiza lo dejaron desnudo durante 20 días. Sólo comía pan y mate cocido. Gabbín recuerda que al carcelero que le alcanzaba la comida le decían “Judío”. Fue quien le comentó que a los que trasladaban Buenos Aires los mataban.

Antes de ser trasladado lo visitó un cura a quien le dijo que Dios lo había abandonado. Días más tarde, sólo recibió una Biblia.

Un día lo mandaron a bañarse y lo afeitaron le pusieron ropa y lo trasladaron a la dependencia de la policía naval en Buenos Aires. Allí le comunicaron que estaba a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. El encierro era insoportable y en el pabellón junto a otros detenidos estaban todo el tiempo bajo los efectos de drogas. Decidió que se tenía que ir y la única manera era llegar hasta el hospital naval y de allí fugar. No lo dudó, y dejó caer todo el peso de una cucheta triple de hierro sobre uno de sus pies. La fractura de dos dedos lo llevó hasta el hospital, pero un pie encadenado a la cama le frustró la fuga.

Sus captores resolvieron mandarlo a Mar del Plata. Custodiado todo el tiempo por dos militares, pasó 30 días en su casa junto a su mujer.

Volvió a Buenos Aires junto con sus custodios y comenzó otra odisea. Su nuevo destino asignado como prisionero fue Puerto Belgrano. Permaneció encerrado en la sala de máquinas de un buque anclado mar adentro, lleno de ratas y mugre. Allí pensó en tirar la toalla, el suicidio se transformó en una posibilidad para terminar con el sufrimiento. Sus captores le decían que había otra persona en el barco, pero nunca la vio.

El 17 de febrero de 1978, antes de irse de Puerto Belgrano, su carcelero le entregó el documento que había ido a buscar aquel lunes de enero del año anterior, a la casa del suboficial Bujedo.

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