“La lógica manicomial no se termina con el cierre de los manicomios”

foto-manicomio¿Qué es la salud mental?

La salud mental podemos entenderla, a grandes rasgos, desde dos perspectivas: La primera y más difundida es aquella que hace referencia a un estado subjetivo de la persona, y ahí se habla de la salud mental de Juan, de María, y de enfermos psiquiátricos.

Y la otra, toma a la salud mental como un campo de intervención que es dinámico, que es abierto, que es multi-referencial y sobre todo complejo. Porque debemos entender a la salud mental como una construcción, ya que es un bien social y tiene que ver con la historia de una persona, de un colectivo social y no se puede perder esa referencia por una mirada clínico-terapéutica. Para configurarla intervienen una variedad de derechos: como la salud, la vivienda, la educación, la justicia. Entonces también se debe actuar en un proceso de atención donde la incidencia del factor social sea cada vez más determinante.

¿Y esto cómo se expresa en una sociedad cada vez más medicalizada?

Ese es uno de los problemas fundamentales en la actualidad.

Anteriormente, los únicos casos que se trataban eran aquellos más graves, en los que se denotaba una psicosis. Existe en ese sentido un modelo de atención, que viene desde el momento de la creación de los manicomios y que está vinculado al mecanismo de control social, donde se encerraba a todos aquellos que (no sólo en el orden de lo denominado locura) molestaban y trastocaban el orden público. El símbolo de esta lógica es la cama y el encierro.

Hoy, se mantiene esta lógica pero con el detalle de que se ha tomado -por la imposición de una perspectiva de una psiquiatría netamente biologizante- que el psicofármaco es el elemento aglutinante de la atención. El símbolo de esta lógica es el psicofármaco, que cuenta con todo un andamiaje corporativo que nos coloca en una sociedad medicalizada, psiquiatrizada.

¿Cuál es el papel de los laboratorios?

La incidencia de la industria farmacéutica es muy grande y se expresa fundamentalmente en la cuestión de la medicalización de los niños a partir del famoso ADD (déficit de atención), surgida de una teoría abonada por los propios laboratorios que hace que entonces cada vez más personas tengan alguna supuesta patología para ser atendidas por el psicofármaco.

Entonces, se debe luchar con ese espectro manicomializante que tiene a los elementos de la cama y al psicofármaco como únicos mecanismos de supuesta resolución.

¿Qué es la desmanicomialización?

La desmanicomialización establece un nuevo modelo de atención, el pasaje de un modelo netamente hospitalocéntrico, a un sistema de atención de salud mental comunitaria. Es decir, abrir una serie de dispositivos sustitutivos a las grandes unidades de internación, que son estos hospitales monovalentes.

En todo nuestro país existen instituciones de neto corte asilar-custodial llamados manicomios. El promedio de internación en estas instituciones son de 10 años, y hay pacientes con más de 30 y 40 años internados. Ese es el mecanismo que debe cambiarse.

Tanto la ley 448 de la ciudad autónoma de Buenos Aires, como la ley nacional 26.657,  generan pautas para realizar este llamado cambio de paradigma.

Las leyes de salud mental son leyes de derechos humanos, porque en el caso del padecimiento mental, si se mira históricamente cómo el Estado y la sociedad se han hecho cargo, lo que se hace con una persona que padece es suprimir su subjetividad. La desmanicomialización debe restituir su subjetividad, porque a una persona manicomializada se le suprimen sus derechos civiles, sociales y políticos.

¿La lógica manicomial termina con el cierre de neuropsiquiáticos?

No, la lógica manicomial no se termina con el cierre de los manicomios. Ya no puede seguir pensándose que una persona es objeto pasivo, donde ni siquiera es parte de la mejoría de su propio padecer. En ese sentido, también hay que deconstruir el poder de los propios profesionales y trabajadores que se sitúan en un lugar de saber por sobre el que padece, que es quien mejor conoce su padecimiento.

¿Cuáles son esos dispositivos y en qué grado de desarrollo están?

Por ejemplo, se propone que los casos de internación se realicen en hospitales generales. Ese parece un tema menor, pero así ya se comienza a romper con la segregación y la discriminación. Porque el padecimiento mental tiene que tener la misma legalidad de atención que el tratamiento por padecimiento orgánico.

También se requieren hospitales de día para una atención integral, tanto individual como grupal, donde funcionen talleres y actividades que apuntan a la recuperación de la cotidianidad del que sufre y hacer efectiva su reinserción social, comunitaria y familiar. Del mismo modo residencias protegidas, casas de medio camino, fundamentales para aquellas personas que no tienen familias continentes, o que sus propias familias se resisten e ignoran.

¿Por qué no es contradictorio decir que se está a favor de la desmanicomialización y al mismo tiempo defender al Borda?

Porque cuando hablamos de desmanicomialización o desinstitucionalización no hablamos de deshospitalización, porque este último es un proceso de las políticas neoliberales que intentan achicar el sistema público y estatal, que es justamente donde se atienden las personas que tienen menos recursos. Eso es lo que quiere hacer Macri con el Borda, por ejemplo.

No debemos confundirnos. Que haya que modificar estas instituciones, darles otro sentido, no quiere decir que vamos a apoyar que se tomen los recursos para hacer negocios inmobiliarios.

Al mismo tiempo la defensa del hospital público no puede hacernos confundir, porque no se puede defender el statu quo de la lógica manicomial y la misma dinámica del sistema de atención actual.

 

Fuente: Revista Mascaró

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *