Dueñas de su madre, una historia de dolor

perfil-Cristina-Loza Hace ya unos cuatro años, conocí a la “abuela Maruja” una española llena de vida apesar de que el comentario de todos era que ni ella sabía su real edad, tiene más de 90, pero ella siempre se quita años, la vitalidad de esta mujer deslumbraba a todos en las reuniones, cantaba, bailaba y daba consejos sin preocuparse si caían bien o no, “no tiene filtro decían”, frontal, con un amor enorme por su gran familia.

Debo confesar que esa mujer era un ejemplo de fuerza y decisión, solo comparado con su amor, ese amor de madre, de abuela, de bisabuela, charlar con ella siempre fue un placer, por su inagotable cantidad de anécdotas, por su experiencia de vida, porque se tuvo que reponer a casi todo lo que a otros los hunde, no la detuvo nada, ni un cáncer, cuando vivía su compañero, Eliseo, el amor de su vida, mientras pudieron no dejaron un fin de semana sin ir a bailar, un amor de esos que hoy no se encuentran, amores que resisten todo, que son terrenales, pero que se viven con el corazón abierto.

Así, yo conocí a María Pallares Molina, como a todos, los años fueron trayendo a su vida algunos inconvenientes, su salud se volvió más frágil, el olvido de algunos nombres se acentuó, pero nunca dejó de esforzarse para mantener una charla, para hacer sentir bien a su invitado y obvio nunca dejó de contar alguna historia, su constante preocupación eran sus tres hijas, la Loly, Cristina y Susana, los años no hicieron que su instinto de madre se agotara, así como se las arregló para criarlas y trabajar en la fábrica, para poder comprar su casa junto a su marido, no dejó nunca de velar por ellas.

Hay quienes dicen que se educa con el ejemplo, idea que comparto, pero siempre existe una excepción a toda regla.

Cuando Maruja enviudó, no solo perdió a su compañero, las reuniones familiares para comer todos juntos se terminaron, ya las visitas fueron más espaciadas y los llamados a sus hijas Cristina y Susana, preguntando cuándo irían a verla comenzaron a incomodar.

Un par de caídas encendieron la alerta, Maruja necesitaba cuidados, controles y alguien que la asista en su casa, siempre fue muy independiente, pero faltaban varios estudios para saber si su salud se había deteriorado o necesitaba algún tratamiento específico.

Loly, su hija más frágil, se hizo cargo de acompañar a su madre, con las limitaciones físicas que posee, con una discapacidad, no dudo en compartir sus días con quien le diera la vida y la cuidara como una leona.

Pero la convivencia tiene sus bemoles y cuando Loly planteo la necesidad de que alguien las ayude a sus hermanas, estas que pasaron 6 meses despreocupadas de su madre, se incomodaron. Entonces planearon ellas en internar en un geriátrico a la “vieja”, la excusa que iba a estar mejor en un lugar así, para eso, Cristina Emilia Loza junto a su hermana Susana Beatríz Loza, tomaron la decisión de internar a su madre sin respetar el consentimiento y el dolor de Loly y sus nietas.

La última semana de junio visité en dos oportunidades a Maruja, ya sabía que sus dos hijas la querían internar y lloraba por su hija Loly, ella no quería internarse, pero tampoco se sentía con ánimo de enfrentar a sus hijas, contó que le dijeron que le iban a mostrar el lugar y que si no le gustaba iban a mirar otros, me confesó que no les creía, pero que son sus hijas y no podía pensar mal.

El 24 de junio, era día de cobro de Maruja, la llevaron a cobrar la jubilación y la pensión, ambas hijas se repartieron 9 mil pesos que tenía Maruja en una cartera y luego de llevarla a almorzar, con un engaño, lo llevaron a la “Residencia Geriátrica Nuestros Mayores”, donde mientras uno pague los 20 mil pesos mensuales, puede internar y hasta disponer en contra de lo que estable la Ley, las visitas del familiar internado, a partir de allí, Maruja, dejó de ser Maruja, le prohibieron las visitas salvo las que autorizan de forma arbitraria e ilegal Cristina y Susana, pasó de ser una mujer mayor con signos típicos de la edad pero autosuficiente a estar dormida por la sedación, a que la muevan en silla de ruedas y con pañales.

El geriátrico no ha aportado ninguna información pública para tranquilidad de los que se interesan por este tipo de instituciones.

Le prometí a Maruja que haría todo lo que este a mi alcance si la internaban contra su voluntad.

Siempre escribo sobre pedidos de justicia, hoy yo pido justicia para Maruja.

El video que acompaña esta nota es del último cumpleaños que Maruja festejó en familia, porque para ella su familia no fueron nunca dos de sus hijas, sino las tres hijas, sus nietos, las parejas de sus nietas, de sus hijas, una familia amplia como su corazón, hoy esa vitalidad se apaga por una decisión poco sana, justamente aduciendo que no está bien, yo no ví nunca una persona con rasgos de demencia, vi una mujer llena de vida, con mucho por contar y si confundir nombres o tener lagunas es de dementes que merecen estar encerrados, prefiero disfrutar de escuchar una vez más historias, que compartir un momento con personas que demuestran egoísmo y una soberbia asesina, yo las acuso Cristina Emilia Loza DNI 14.647.481 y Susana Beatriz Loza DNI 13.855.555 de matar los momentos de lucidez de Maruja, de elegir 24 horas de medicación que le quitan voluntad, hay crimenes que la justicia no juzga, pero que la memoria no perdona.

Susana-y-Cristina

Por Marcelo Ricardo Hawrylciw

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