Denuncian que se utilizan menores para la venta de drogas y como «soldados»

    niño-armadoEl Diario Popular, en su edición de hoy, hace referencia a una realidad que ha ido en crecimiento en muchos de los barrios del conurbano, pero que se puede ver también en los barrios de la Capital Federal. La utilización de menores como distribuidores de drogas, como «soldados» para cuidar a los narcos y como sicarios.

Barrios marginales y villas de emergencia del Conurbano bonaerense concentran verdaderos «regimientos» de los denominados «niños soldado», tal la denominación que alcanza a chicos de entre 8 y 18 años reclutados por narcotraficantes que los entrenan, arman e impulsan al crimen, a cambio de pagarles sus servicios con paco, según denunciaron vecinos que padecen ese flagelo y especialistas en seguridad.

Los casos de esta nueva derivación de la avanzada narco en los barrios pobres explotó en los últimos tiempos, como réplica a los antecedentes registrados en Rosario, Bahía Blanca y Córdoba, según precisó a DIARIO POPULAR el especialista en Seguridad, Luis Vicat.

Uno de los capítulos de esta historia atroz que marca el vínculo entre pasta base, inseguridad y muerte en los sectores marginales del Gran Buenos Aires, tiene una de sus bases en el barrio José Ingenieros, en Ciudad Evita.

En ese lugar, que alcanzó notoriedad entre los vecinos como los monoblocks de La Tablada, las bandas de «niños soldado» siembran temor a diario por sus acciones encomendadas por los «capos» de la droga que operan en el barrio y que derivan en enfrentamientos entre bandas dispuestas a dirimir a sangre y fuego el control territorial.

Allí, en los monoblocks, una luchadora solitaria enfrenta como puede a estas asociaciones ilícitas en forma anónima. Se hace llamar Ramona Gutiérrez, seudónimo que utiliza para proteger a sus hijos y nietos porque, aseguró a DIARIO POPULAR, «acá no tienen problema en meterte un tiro o incendiarte la casa si te metés con ellos».

Según Ramona, por enfrentamientos entre bandas, sólo en 2012 asesinaron a 20 menores de edad en las inmediaciones de ese complejo habitacional de cuatro edificios emplazado entre Avenida Crovara, Camino de Cintura y la Ruta 21. Esta cifra no contempla los numerosos casos en los que mueren inocentes, como Ayelén Adoba, una embarazada de 17 años que perdió la vida en el pasado mes de octubre al quedar en medio de un tiroteo.

«La inseguridad no es otra cosa que una consecuencia del narcotráfico. Hay que combatir al que vende droga, no al pibe que es víctima por tener una enfermedad. Hay gente que comercializa desde hace 40 años y ha matado ya cuatro generaciones; y sin embargo están caminando por el barrio como si nada, mostrando la buena vida que llevan», señaló indignada la mujer.

«A los pibes los agarran cada vez más chicos. Con 10 años ya los ves drogados, con un fierro en la mano y la riñonera llena de paquetitos. Mientras más dosis venden, más paco reciben para fumar«, relató.

Se matan entre ellos Según Ramona, la mayoría de las víctimas de este flagelo «son los pibes que quedan solos porque sus padres cayeron presos por llevar una vida ligada a la delincuencia»‘.

«Están a la deriva, tienen una expectativa de vida que no supera los 18 años. Si no los matan antes, se salvan cuando caen presos. Después salen y siguen en la misma», explicó.

«Cuando están drogados -reveló- se matan entre amigos para robarse la droga. Ni siquiera se reconocen las caras»‘.

El caso de Sebastián, quizás, es uno de los que retrata esta preocupante realidad que se vive también en otras ciudades del país. «Seba era muy bueno pero cayó en las garras del paco. Un día, un amigo suyo le robó la droga que tenía para vender.

Fue a buscarlo, drogado, y lo mató. Días después, familiares de ese pibe fueron a buscar a Seba y lo lincharon. El resultado, dos pibes muertos.

De estos casos tenemos todos los meses», concluyó la denunciante.

Un negocio que no cambia de manos

«Me he cansado de hacer denuncias», enfatizó Ramona Gutiérrez al referir a la situación que padecen los monoblocks de La Tablada, el lugar donde según afirmó, «los mercaderes de la muerte son los mismos personajes que manejan este negocio desde que llegue acá hace 40 años».

La mujer aclaró que presentó denuncias en la Policía, la Departamental y la Fiscalía pero, resaltó, «soy la única. Los vecinos no se meten porque tienen mucho miedo de que los mafiosos les prendan fuego las casas o maten a sus hijos».

Acá hace falta un centro de rehabilitación porque los pibes no están perdidos, pueden salir de esas vidas, pero primero hay que erradicar las mafias» pero apuntó que «no alcanza con la policía que tenemos».

De hecho, en el barrio hay un solo y patrullero.

Un escalafón corto que al final otorga licencia para matar

El corto ‘escalafón’ del ‘niño soldado’, al que los narcos ahora esclavizan para su provecho en los barrios marginales del Conurbano bonaerense, reconoce una formación como vigilador de las cocinas y centros de distribución, para pasar luego a las tareas más complicadas y riesgosas de protección de los ‘capos’ y sus actividades.

Luis Vicat detalló que el primer nivel de esa ‘carrera’, es conocido en el medio como los ‘bomberos’, y que son «por lo general nenes de hasta 8 años que dan el alerta ante cualquier presencia extraña y amenazante a la actividad en torno a las cocinas».

«El segundo eslabón lo conforman sí los ‘niños soldados’, que son adolescentes o adolescente tardíos de no más de 18 años, a los que sí les dan armas y que no tienen ningún prurito en matar», afirmó.

Respecto al rol que cumplen los ‘soldados’, Vicat apuntó que «como en toda organización vertical responden a un líder» y remarcó que la tarea que desarrollan «es proteger al capo del lugar y sus actividades».

Para el experto, los orígenes de este fenómeno en el conurbano «están en los últimos cinco años» y subrayó que si bien el pago es con paco, «los buenos soldados reciben droga de la buena». La razón, especificó, es que se le reconoce con un mejor pago sus servicios que permite, además, el consumo de sustancias que no afecten su eficacia.

Por último, dijo que una característica es la «muerte temprana», pero no por la violencia, «sino por el deterioro físico causado por el consumo de la droga».

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