El barrio de Constitución suele ser noticia por sus innumerables conflictos sociales generados por la falta de políticas y compromiso a brindarles a los vecinos un barrio digno.
A pesar de tener a uno de los canales de televisión más importantes como lo es canal 13, existen hechos que ni el medio se ocupa de difundir y que preocupan al barrio. Prostitución incontrolable, sin respeto de puertas de viviendas, colegios o iglesias, arrebatadores a cualquier hora por las plazoletas y la estación ferroviaría, droga libre, en casas tomadas, kioscos, negocios y hasta en la misma saladita son solo algunos de los problemas del barrio.
A esto se suma el reiterado «problema» que surge al intentar cruzar el puente peatonal que comunica las calles Bernardo de Yrigoyen y Lima por sobre la autopista, esta simple acción se vuelve una especie de ruleta rusa cuando uno se encuentra con alguno de los «chicos» que se dedican al «paqueo» (fumar paco) o aspiran pegamento mezclado esto con alguna bebida y se dedican a esperar a que alguien cruce el puente para asaltarlo. Para que se entienda, no solo se cometen arrebatos en el puente, hay asaltos con armas blancas o de fuego.
Su clara visibilidad desde la autopista parece no amedrentar a estos delincuentes juveniles que incluso suelen insultar, escupir, hacer gestos amenazantes a los conductores y todo esto a solo cuadras de la comisaría 16 de la Policía Federal que debería ocuparse del tema. Desde que comenzaron las denuncias por actos de vandalismo en el puente, solo se lo ha cerrado con un cerco de alambre para evitar que se arrojen desde allí elementos a los conductores, pero nadie parece haber tenido en cuenta a los peatones.
No es muy complicado para seguridad de los peatones colocar un efectivo en el puente desde donde además tendrá una excelente visualización de la zona. En la fotografía que acompaña la nota se aprecia a uno de los dos merodeadores o asechadores tomandosé los testículos molesto por los bocinazos preventivos que hacían los conductores a un peatón que se volvió sobre sus pazos.
Por Marcelo Ricardo Hawrylciw
