Cierra La Casa del Queso, trabajadores protestan

  Los trabajadores del mítico restaurant de la avenida Corrientes decidieron hacerse cargo del comercio luego de que el dueño bajara las persianas tras unas vacaciones forzosas y sin pagarles los sueldos. «Dormimos en el negocio y lo atendemos como podemos. Nos debe hasta el aguinaldo», cuenta Vilma Albornoz. La familia propietaria vive arriba del local.

La Casa del Queso, aquél popular comercio gastronómico de la avenida Corrientes 3587 conocido por sus embutidos, empezó el año con su puerta cerrada al público. El dueño Nelson Antonio Dreyer había decidido enviar a todos sus empleados de vacaciones forzadas, aunque no les había pagado los sueldos. Con el paso de los días y al retornar del descanso, el personal se encontró con la peor noticia: fueron despedidos sin aviso ni indemnización. Abrieron el local y comenzaron a hacerse cargo, a la par de insistir mediante medidas judiciales del Sindicato de Gastronómicos que se les abone su dinero.

“Desde el 17 de enero, que volvimos de las vacaciones, nos encontramos con la puerta cerrada y el local vaciado”, relata Vilma Albornoz, encargada del comercio. Ella determinó usar la llave que poseía para dar paso a la asamblea, como denomina a la unión de los 11 que llevan adelante las actividades.

En el primer piso de la propiedad vive la familia que hace años posee el comercio que, además de vender quesos y fiambres, funciona como restaurante a la carta en una de las zonas más concurridas y turísticas de la Ciudad de Buenos Aires.

“Acá ganaban mucha plata. Es imposible que esté en bancarrota”, dice uno de los empleados.

“Pensamos que iban a bajar”, cuenta. Los Dreyer no lo hicieron, aunque llamaron a la policía con una denuncia de irrupción con violencia. Al mostrarles la llave como aval pacífico de su ingreso, los oficiales se retiraron debido a que entendieron que se trataba de “un problema laboral”.

Desde hace un mes La Casa del Queso funciona atendida por sus empleados, quienes también duermen en su interior en una vigilia por sus puestos de trabajo y el casi eterno pedido para que se les pague lo adeudado. En algunos casos se les debe los aguinaldos del año anterior, vacaciones y varios sueldos. Hay una antigüedad promedio de 15 años.

“Los primeros días salimos a la calle a vender algunos sanguches que hicimos con una horma de queso que encontramos. Después la panadería nos dio facturas y compramos una bolsa de café”.

Albornoz asegura que había trabajo en negro y “era común que se atrasen en los pagos”. Denuncia que se aprovechaban de mujeres y trabajadores de nacionalidad paraguaya con promesas inconclusas.

Durante la resistencia, reciben la ayuda de proveedores que confían en que ellos les pagarán cuando todo se solucione.

«Por el momento no pensamos en una cooperativa. Primero queremos que (Dreyer) cumpla con lo que prometió. El domingo tendremos una reunión con los abogados», concluyó, a la espera de una solución que alivie la situación de las 18 familias que dependen del comercio.

 

Fuente: Diario Popular

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