Una vez más, queda en evidencia el desprecio por las condiciones laborales de los trabajadores municipales y especialmente por su vida, al forzar a que empleados municipales y cooperativistas (que no cuentan con ART) desarrollen tareas consideradas peligrosas sin los mínimos recaudos de seguridad.
Esta tarde, el Teatro Municipal Roma de Avellaneda, ubicado en la zona céntrica, calle Sarmiento 109, a metros de la Av. Mitre, un grupo de empleados municipales intentaban montar la estructura que hace de soporte de la pantalla gigante para videoconferencias que suelen utilizar los políticos para estar comunicados con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, a pesar de ser más de 20 los que trabajaban, por causas que aún no son del todo claras, la estructura se desmoronó aplastando literalmente a tres empleados, los que fueron trasladados de urgencia a la guardia del Hospital Pedro Fiorito, dos de ellos fueron dados de alta luego de recibir curaciones, algunos con varios puntos de sutura y el más grave Oscar Ayala, con un severo cuadro clínico al recibir un barral de acero en su cuerpo que le pulverizó parte de su columna vertebral, por lo que los médicos consideran que su motricidad se encuentra seriamente dañada y sin pronóstico favorable de recuperación, Ayala llegó con un fuerte dolor en el pecho y dificultades respiratorias, ya que sus costillas al romperse lesionaron uno de los pulmones y colapsó, por lo que devieron compensarlo e intervenirlo de urgencia para estabilizarlo y así poder trasladarlo al Centro Gallego de la Capital Federal, ubicado en las calles Av. Belgrano y Sarandí.
Lo indignante para los trabajadores, delegados y vecinos que se fueron enterando del caso es que los responsables del teatro a quienes identificaron como Jorge y Rosana, continuaron con las tareas de remodelación y pintado del teatro y la cuadra, además de que se ordenó a los que seguían trabajando no hablar del caso y curiosamente había un grupo de gente sin desarrollar tareas en la puerta e inmediaciones del teatro que se dedicaban a observar quienes tomaran fotografías del lugar, los que se empezaron a dispersar cuando notaron que filmábamos el lugar.
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