Argentina tiene el peor resultado educativo en relación con su inversión

El dato se presentó en un seminario sobre la situación de la educación local en comparación con el resto de los países de la región, realizado en el Senado. Bajo puntaje en pruebas internacionales y alta desigualdad.

Argentina es el país que más invierte en educación en América Latina, en término del porcentaje del PBI que destina al rubro, según datos del Banco Mundial. Mientras que en 2004 consignaba un porcentaje menor que México, Colombia y Brasil, en 2009 ya los superaba a esos tres y a Chile, el que invierte la menor proporción de su producto. También es el que más recursos destina por alumno: 1700 dólares al año.

¿Pero qué efectos tuvo es incremento de la inversión? Para evaluar el éxito de un sistema educativo se pueden considerar dos dimensiones: la calidad de la enseñanza, es decir, cuánto aprenden los alumnos, y el grado de igualdad en el acceso al saber.

 

Calidad educativa

 

La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) realiza cada tres años el informe PISA (Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes), que evalúa a los jóvenes de 15 años de los países miembros.

Las pruebas miden tres competencias, lectura, matemática y ciencias naturales, y los países reciben un puntaje por el rendimiento de sus alumnos en cada uno de esos rubros. Más allá de las críticas que recibe por su metodología cuantitativa y por estandarizar conocimientos de países con sociedades muy distintas, es una herramienta que permite tener cierta medida del éxito de las instituciones educativas para formar a los alumnos en muchos saberes relevantes para el mundo contemporáneo.

El informe de 2006 (ver imágenes relacionadas) no fue muy alentador para Argentina. En lectura fue superado por Colombia, Brasil, México y Chile, países que décadas atrás tenían un sistema de enseñanza mucho menos consolidado que el argentino.

En ciencias naturales, el rendimiento fue parejo con Colombia y con Brasil, y se ubicó por encima de ambos en matemática. Pero en las dos categorías quedó lejos de México y de Chile.

Las evaluaciones de 2009, aplicadas luego de que aumentara considerablemente la inversión en educación, fueron aún más preocupantes. Si bien Argentina obtuvo mejores resultados en las distintas pruebas, fue el que menos mejoró y, sumando los puntajes de los tres rubros, el que peor rendimiento tuvo entre estos cinco países.

El informe muestra que no hay un vínculo directo entre el dinero invertido y los resultados obtenidos. Argentina es el que ostenta la peor relación entre los fondos que gasta y los resultados en las pruebas. Por el contrario, Chile es quien mejor optimizó recursos: sacó los puntajes más altos y fue el de mayor crecimiento de un informe a otro, siendo el que menos recursos destina.

 

“La plata tiene poco que ver”

 

“La decisión política está. Eso se ve en la inversión y en el aumento de los cargos docentes. Pero hay que mejorar las capacidades de los docentes. Es posible que aprendan a enseñar mejor en base al conocimiento científico acumulado”, dice a Infobae Irene Kit, presidente de la Asociación Civil Educación Para Todos y disertante en el seminario del pasado lunes 5 de noviembre.

La plata tiene poco que ver. La política local no le lleva el apunte a la educación y los gobernadores provinciales resuelven sus problemas enviando a sus hijos a las escuelas privadas”, cuenta el economista Alieto Guadagni, miembro de la Academia Nacional de Educación y también expositor en el seminario, en diálogo con Infobae.

Más allá de que no están de acuerdo sobre si hay o no voluntad política para mejorar la educación, ambos destacan que, más allá del aumento en la inversión, no se modificó la manera en la que se enseña en las escuelas, a pesar de que los resultados no son buenos.

“El modelo de la educación secundaria tiene tres problemas. Una génesis excluyente, sólo interesada en formar elites; una inercia conservadora, reticente a todo cambio; y el rechazo de la academia a producir conocimiento sobre la formación didáctica en las escuelas”, explica Kit.

“Hay que enseñar de otra manera, a partir del conocimiento científico disponible sobre cómo aprenden los adolescentes. Y es necesario trabajar para que los grupos no sean un amontonamiento, sino una comunidad en la que todos se ayuden a aprender y a mejorar”, agrega.

Guadagni contrapone lo que pasa en Argentina con el ejemplo de otros países de la región, que están implementando muchos programas y estrategias tendientes a mejorar la calidad. “En Cuba el año escolar está compuesto por 200 días a un ritmo de cinco horas por día. Son mil horas en total. En Argentina son 180 días de cuatro horas cada uno. Es decir, 720 horas, que ni siquiera se cumplen. Por eso los cubanos están primeros en todas las pruebas internacionales de América Latina al nivel de la escuela primaria. Pero no es que sean unos genios, sino que el Gobierno se preocupa”.

Otro ejemplo muy citado es el de Brasil, históricamente caracterizado por sus altos índices de analfabetismo, que aún lo ubican debajo de la educación argentina en muchos rubros. Aunque esta situación tiende a revertirse.

Los brasileños se gradúan de las universidades más que los argentinos -dice Guadagni- a pesar de que el ingreso es más fácil acá, porque es sin examen. Allá se gradúa el 55 por ciento de los que ingresan, contra el 26 por ciento de Argentina”.

“Brasil creó hace unos años un indicador muy sencillo, pero potente, que me hace morir de envidia. El Ideb (Índice de Desenvolvimiento de la Educación Básica) es un índice construido a partir de un sistema de evaluaciones censales que se toman cada dos años. Los alumnos obtienen un puntaje por cómo resuelven las pruebas, pero luego, ese resultado se pone en relación con el porcentaje de alumnos que aprobaron en todo el curso. Entonces, si uno se saca un 6 en la evaluación, pero aprueba el 100 por ciento de los estudiantes, el puntaje final puede ser un 8; pero si sólo promociona el 50 por ciento, baja a 4”, cuenta Kit.

“Es una medida de calidad y de equidad en forma simultánea. Además se crearon metas Ideb a alcanzar por los distintos estados y ciudades, con el objetivo de subir el nivel y disminuir la desigualdad. Brasil apuesta al compromiso de los municipios, que son los que tienen que esforzarse por mejorar el nivel de sus escuelas”, agrega.

 

La desigualdad

 

Otra manera de estimar el grado éxito que tuvo el incremento presupuestario en Argentina es ver cuánto ayudó a disminuir la desigualdad en el acceso a la educación. Una forma de medir esto es ver cuántos años estudian los más pobres y cuántos los más ricos.

En este punto, los datos tampoco son alentadores. Como se ve en el cuadro, el primer quintil de ingresos, es decir, el 20 por ciento que menos gana, se mantiene estable entre 2004 y 2010. A pesar del fuerte incremento en la inversión, que pasa de menos del 4 por ciento del PBI a un poco más del 6, el promedio de años estudiados se mantiene estable: de 9,7 que era en 2004, pasa a 10 en 2010, con leves oscilaciones en el medio (para jóvenes entre 21 y 30 años, según datos del Banco Mundial).

Pero la desigualdad se nota viendo el otro cuadro, ya que el promedio del último quintil de ingresos -el 20 por ciento que más gana-, supera los 14 años de estudio. Además, la media de los primeros tres quintiles –el 60 por ciento de la población– no llega a cumplir los 12 años que marca la finalización de la escuela secundaria. Según el censo nacional de población realizado por el Indec en 2010, sólo el 30 por ciento de los jóvenes de 20 a 24 años terminaron el secundario.

Es verdad que, a pesar de estos datos, Argentina sigue siendo de los países con mayor acceso a la escuela secundaria de la región, pero la tendencia tiende a revertirse. Por ejemplo, a pesar de todas las discusiones que hay sobre el carácter inequitativo de la educación en Chile, en 2009, el 20 por ciento más pobre de entre 21 y 30 años promediaba 11,1 años de estudio, es decir, un año más que la misma franja de ingresos en Argentina. Y a partir del tercer quintil de ingresos, la media de la población ya tenía el secundario completo, mientras que en Argentina a eso sólo llegaban los últimos dos quintiles.

“El problema de Chile está centrado en la universidad, porque es muy cara. Pero en 25 años resolvieron graves problemas de desigualdad en la primaria y en la secundaria. Las universidades son muy caras, pero si surge el conflicto por la dificultad en el acceso es por el éxito del sistema secundario, que posibilitó que más gente pobre llegara a terminarlo y a buscar el ingreso a la universidad. En Argentina, como hay menos pobres que terminan la secundaria, y encima el ingreso es gratuito, no se presenta como un problema. Pero los niveles de acceso en el primer quintil de ingresos son igualmente inequitativos”.

Un factor que explica parte importante de la desigualdad es la brecha cada vez mayor entre el nivel de las escuelas privadas y el de las públicas. Mientras las primeras tienen doble escolaridad, y así le garantizan más horas de formación a los alumnos, muy pocas estatales ofrecen lo mismo.

“La ley de financiamiento tenía dos artículos: en 2010 debía invertirse un 6 por ciento del PBI en educación y el 30 por ciento de los chicos debía tener jornada extendida. Hoy sólo el 6 por ciento de los alumnos de colegios públicos tiene ese régimen. Tendrían que ser 1.050.00 chicos en jornada doble, pero no llegan a 200 mil”, afirma Guadagni.

“En Chile -agrega- prácticamente todos los chicos asisten en jornada extendida, y tienen 7 horas de clase por día. Que no ocurra lo mismo en Argentina se debe a una total falta de compromiso político”.

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